¿Tuviste un «hapax» existencial?

Vengo reflexionando sobre ciertos sucesos que en la vida de un individuo invitan a la filosofía. Son ciertos eventos que por su carácter repentino e impactante generan a veces asombro, otras veces duda, y en ocasiones nos llevan a situaciones límite. Son situaciones que como dice Heidegger generan un «quiebre» en relación a la idea de «transparencia». Ahora bien  ¿Qué sucedería si todas estas nociones acontecieran al mismo tiempo? En ese caso quizás tengamos un hapax. Un evento que asombra por su extrañeza, genera duda sobre el tipo de vida que llevábamos y nos pone de cara a una situación límite que introduce un quiebre en nuestra existencia.

En griego ἃπαξ (hapax) quiere decir «una vez», «solo una vez», o «de una vez». Es la braquigrafía de «hapax legómenos«, una palabra que aparece en un determinado corpus una sola vez. Por ejemplo, en el texto bíblico se pueden encontrar innumerables hapax. Pero citaré un ejemplo tomado de 1 de los Reyes 10:22, allí aparece una palabra única, que no vuelve a aparecer en ninguna otra parte del texto bíblico y que suele traducirse como «pavo real», no sabemos la traducción exacta, lo que sí sabemos es que es una palabra única y que no vuelve a aparecer, es un hapax legómenon. Esta frase se acortó a «hapax» simplemente para designar que un evento ocurre solo una única vez, encontramos en la Odisea en el libro XII el termino cuando dice: «Los otros humanos mueren solo una vez (hapax)». El nacimiento es un hapax y la muerte es un hapax. Estas nociones dan al termino un significado filosófico y metafórico y es en este sentido en el cual usa Michel Onfray en Contrahistoria de la filosofía el término que nos ocupa.

Para Onfray el hapax existencial es una «ocurrencia única, traumatizante en el sentido primario de este término», es una situación que como bien agrega, una vez que ocurre, «pone en movimiento toda la fuerza arquitectónica». Es decir, es un evento único que reestructura la existencia, la re-orienta, le brinda un nuevo norte, nos revela algo sobre nosotros y nuestra existencia. Recién decíamos que hapax son el nacimiento y la muerte. Con lo cual podríamos decir que un hapax existencial es un evento único que genera un muerte a un tipo de vida y un nacimiento a otro tipo de vida, o más bien un renacimiento. 

Montaigne recuerda en sus ensayos el «hapax existencial» que le cambió la vida. Cuando tenía 35 años, salió a cabalgar y mientras lo hacía, otro jinete lo embiste a gran velocidad. Según él mismo relata en primera persona en el ensayo VI segundo libro bajo el título Sobre el ejercicio: «lanzándonos a mi caballo y a mi los pies al aire, de tal suerte que el caballo cayó por tierra completamente atolondrado, y yo fui, a dar diez o doce pasos más allá, tendido boca abajo, con el rostro destrozado y desollado; mi espada, que montado tenía en la mano, estaba también diez pasos más allá, mi cinturón hecho añicos, y yo no tenía más movimiento ni sensaciones que un cepo».

La caída del caballo lo deja muy malherido, llegó a pensar que fue alcanzado por el disparo de un arcabuz. Durante dos horas se lo dio por muerto y llegó a vomitar grandes cantidades de sangre.

Este evento único en la vida del filósofo francés lo lleva a vivir en una preparación constante para la muerte, a vivir filosóficamente y emprender una filosofía encarnada, no desde una teoría, un sistema, sino desde la constante expresión de sí en sus ensayos. Escribe estos no para su publicación sino para sí, como un autorretrato, un aprender a verse a sí mismo, un tenerse más. La vida para Montaigne no fue la misma luego de ese hapax existencial.

Podemos observar un hapax en la vida de muchos filósofos: la muerte de Sócrates fue un hapax para Platón. La muerte de sus padres podría haber sido un hapax para Aristóteles. El naufragio de Zenón fue el hapax para el fundador del estoicismo. Cuando Cicerón tiene 45 años aconteció su hapax: murió su hija Tulia, y eso dio un giro a la filosofía porque se dio cuenta que su propósito era exponer la filosofía griega con ropajes latinos, haciendo de ella una posición para el pueblo romano. Pablo de Tarso tuvo un hapax que hizo que renunciara a su vida de fariseo y perseguidor de cristianos y se convirtiera al cristianismo. Para Montaigne fue la caída del caballo. El caso del apóstol es bien ilustrativo porque un hapax implica una conversión, un giro vital, una nueva disposición existencial. 

Es posible que nosotros tengamos nuestro propio hapax existencial nuestra propia y particular caída del caballo, una conversión propia de una muerte y resurrección existencial, un volver a nacer.  Un evento único, una ocurrencia que se dío de una sola vez pero que logró un giro a nuestra existencia en términos filosóficos. Un acontecimiento que nos ha invitado a encarnar una filosofía propia, una manera de vivir, una existencia única y distintiva.

2 comments

  • Yesica

    marzo 18, 2023 at 7:39 am

    Belleza de texto!!! Lo disfruté en cada palabra. Gracias

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