¿Por qué sufrimos por amor?

octubre 11, 2022by Diego M. Lo Destro0

¿Por qué elegimos la cuestión del amor o mejor dicho, por qué nos focalizamos en el sufrimiento amoroso? ¿Por qué no hablar del sufrimiento por la perdida de un ser querido o el sufrimiento provocado por la enfermedad o la muerte? Tampoco el título de este artículo amplia la cuestión en una pregunta más abarcadora como «por qué sufrimos» sino,,más bien, ¿por qué sufrimos por amor? Pero a la vez, de alguna forma se da por supuesto que el amor puede ser una fuente de sufrimiento. Sin embargo, para dar comienzo necesitamos aceptar mínimamente la posibilidad de que el sufrimiento por amor ocurre y solo cuando aceptamos esta posibilidad podemos, sobre esa base intentar esbozar una respuesta.

Ahora bien, es importante recalcar, que la pregunta no dice “qué es el sufrimiento amoroso” cómo si intentáramos responder a la esencia de este tipo particular de sufrimiento que se acota al campo de la experiencia humana del amor. Sino que la pregunta se enuncia desde ¿por qué sufrimos por amor? poniendo el foco en las causas de dicho sufrimiento, en las razones.

Sin embargo, también podemos preguntarnos por la experiencia que podemos calificar de feliz del amor y cómo esta deviene en una experiencia de sufrimiento ¿El amar conlleva el sufrir? ¿No es contradictorio pensar que el amor en tanto experiencia humana que provoca felicidad encierra cual caballo de Troya el despertar de horrores innombrables? Nos damos cuenta que hay una cuestión de direccionalidad: sufrimos por el amor que experimentamos por un otro, pero que de su parte recibimos desamor. ¿Sufrimos por el amor que damos y por el desamor que recibimos?. Alguien puede decir que uno sufre por no sentirse correspondido. ¿Es así? Esto se entiende cuando pensamos en el amor que doy y el otro me corresponde con desamor. Pero amor-desamor es un tipo de correspondencia, aunque la forma en que me corresponde no es cómo me gustaría.

Pero cuidado, porque hablar de desamor, no implica solo que el otro no me corresponda como si nunca hubiera experimentado el sentimiento, más bien implica que alguna vez se sintió amor pero ahora ya no se siente. El sufrimiento ocurre no porque simplemente el otro no me ama, sino porque alguna vez me amó y ahora ya no.

El problema es que simplemente hablar de la correspondencia o no correspondencia del amor deja de lado otras posibilidad de sufrimiento amoroso. ¿Qué sucede si una de las partes se enamora de otra persona? Quien sufre el desamor sufre, pero el que ama a otro por su amor “prohibido” o “imposible” también. ¿Y qué hay del sufrimiento que experimenta para quien el amor a mutado en otro tipo de afecto como simplemente el cariño o la amistad, un sufrimiento que sufre en silencio por evitarle el sufrimiento a quien se le tiene afecto y cariño, o para no sufrir el dolor de ver sufrir al ser querido aunque no amado?

Estas son solo algunas de las posibilidades en la cueles el sufrimiento amoroso ocurre, podríamos decir que son los fenómenos donde el sufrimiento amoroso se observa, y que de alguna forma se reúnen en la noción de “sufrimir por amor”.

Entonces la cuestión es por qué sufrimos por amor, cuales son las causas y las razones del sufrimiento, dónde se enraíza el sufrimiento amoroso. Lo cierto es que a esta pregunta ha intentado responder distintas disciplinas, la psicología, la autoayuda, el psicoanálisis… entre muchas otras.

La psicología al igual que otras corrientes ideológicas como la autoayuda, que apoyadas en una ética protestante, ponen el foco del éxito y del fracaso en el individuo. Al centrarse en el individuo como objeto de amor, lo sitúa en una posición de trabajo, mérito y recompensa, propio de una ética económica. Etica económica que se evidencia en las relaciones románticas ¿Será esta penetración de esta ética propia de la economía lo que estará afectando las relaciones amorosas?

Pero hay otras cuestiones: el discurso terapéutico, que intenta dar respuestas, constituye una fuente importante de formación del yo. El problema es que el ethos terapéutico proviene del mismo individualismo utilitarista que ha penetrado en las relaciones sociales. De hecho funciona en dos niveles ideológicos por un lado intentando legitimar la autoridad de la ciencia e intentando introducir la racionalidad en el ámbito de las emociones. Y por otro, introduciendo dispositivos mediante los cuales se llega a conocer lo que antes no se conocía, es decir el yo. Es decir que por un lado se intenta cientifizar el amor y por otro lado se intenta uno conocer a sí mismo mediante distintas modalidades. Un conocimiento de sí mismo que es normativo. Decimos que es normativo porque implica una ética de la conducta, de cómo debo o no debo comportarme.

Por ejemplo, ¿no escuchamos hablar de que las relaciones amorosas se dividen en relaciones sanas y enfermas? Esto es normativo, se intenta normalizar lo que se considera sano. ¿Pero quién lo define? La ciencia, y las neurociencias, las ciencias del comportamiento ¿No se intenta estudiar cómo mejorar las relaciones amorosas mediante estudios científicos y neurocientíficos? Estos estudios dan como resultado conductas que se consideran adecuadas para el amor. Pensemos, ¿No se habla de qué hay que tener estrategias y técnicas adecuadas para “seducir”, enamorar, amar, y mantener el amor en la relación? Pero claro, si aun así se te dificulta encontrar el amor hay otra cuestión que el individuo tiene que analizar porque por algo le pasa lo que le pasa ¿No se dice acaso que el fracaso en el amor está asociado a las primeras experiencias de la infancia? Entonces hay que revisar la historia, la relaciones parentales, los vínculos de la primera infancia, etc. Pero hay otra cuestión a revisar ¿No se argumenta en distintos medios que hay que revisar las experiencias amorosas pasadas para mantener la relación presente?

El amor en la modernidad no solo se ha vuelto líquido como diría Baumann sino que además está respondiendo a una psicologización de los vínculos amorosos. Una psicologización que de una u otra forma busca que racionalicemos las relaciones y los vínculos románticos a tal punto de generar una contraposición entre dos concepciones del amor. Dos concepciones contradictorias y excluyentes de las cuales el capitalismo tardío intenta aprovecharse.

Hoy las relaciones románticas tienen más de relaciones comerciales que amorosas. La llegada de las redes sociales de búsqueda de pareja como Tinder, han convertido al amor en un fetiche que se centraliza en la mercancía de los cuerpos y el sexo. Es decir, es un supermercado digital de productos para satisfacer el placer. La búsqueda del amor se confunde con la búsqueda de satisfacción sexual y la capacidad de amar con las competencias sexuales para brindar y recibir placer. Se escucha decir “en El amor se da y se recibe”, “en las relaciones hay que negociar lo que yo deseo con lo que el otro quiere”, “uno tiene que ceder en el amor para llevarse bien”. Estos ejemplos son solo uno de tantos donde podemos observar cómo la ética del comercio se ha llevado a las relaciones amorosas.

El capitalismo se ha servido del amor pero también del sufrimiento amoroso en pro de forjar un tipo particular de sujeto que para no sufrir el desamor, desama  y consume, pero también se consume en el desamor y el hedonismo, su propio individualismo utilitarista hace uso de sí mismo para ser consumidor y consumido a la vez por otro.

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