La indagación acerca del sentido del sufrimiento y el significado de la existencia adquiere una relevancia filosófica trascendental en el trasfondo de la reflexión humana. La filosofía, en su afán por explorar la condición humana, no se ocupa de los momentos efímeros de alegría, placer o felicidad, sino que se aboca a comprender aquellas «situaciones límites» que Karl Jaspers con perspicacia describió. Estas situaciones representan encrucijadas existenciales en las cuales nuestra propia existencia se ve comprometida, como la proximidad de la muerte que nos roza, la incertidumbre del futuro, el sufrimiento y la tragedia. En estas coyunturas límite, la vida misma se ve puesta en juego, convirtiéndose en puntos de inflexión cruciales para la reflexión filosófica.

Es durante momentos placenteros y de gozo cuando parecemos eludir las preguntas fundamentales que atañen a nuestra existencia, pero es en el sufrimiento donde éstas emergen ineludiblemente. Por ejemplo, al atravesar una circunstancia aflictiva, solemos interrogarnos acerca del porqué de nuestro padecimiento personal: «¿Por qué a mí?«. Sin embargo, en momentos de júbilo y regocijo, estas cuestiones de sentido suelen desvanecerse en las profundidades de nuestra conciencia.

La temática del absurdo del sufrimiento, la tragicidad inherente a la existencia y la angustia existencial constituyen los pilares fundamentales sobre los cuales se edifica la empresa filosófica. Albert Camus, por ejemplo, planteó el suicidio como el problema central de la filosofía, al afirmar: «Solo existe un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. El problema primordial de la filosofía consiste en juzgar si la vida merece o no la pena ser vivida; esa es la cuestión fundamental. Todo lo demás, como la disposición tridimensional del mundo o el número de categorías del espíritu, es secundario». En efecto, nadie estaría dispuesto a sacrificar su vida por estas cuestiones secundarias de la filosofía teórica o verdades científicas.

Para ilustrar esta problemática, Camus evoca el caso de Galileo, quien, mediante la observación directa, descubrió una verdad científica. Sin embargo, cuando su vida se vio amenazada, estuvo dispuesto a negar y retractarse de su descubrimiento frente a los inquisidores. «Aquella verdad no valía la hoguera. Es profundamente indiferente saber cuál de los dos, la tierra o el sol, gira alrededor del otro. Para decirlo todo, es una futilidad. En cambio, veo que mucha gente muere porque considera que la vida no merece la pena ser vivida». En este sentido, la cuestión se dirige hacia la valía o no de la vida que vivimos. En el abismo que nos separa de la vida misma, en esa brecha trascendental, se despliegan lo trágico, lo absurdo o, como Camus lo denomina, «el carácter ridículo de la costumbre de vivir«.

Esta perspectiva revela que gran parte del sufrimiento que enfrentamos como seres humanos trasciende el ámbito de las enfermedades psicológicas, adquiriendo una dimensión trágica en la propia existencia. Figuras destacadas como Carl G. Jung y Victor Frankl también han destacado esta cuestión.

Jung, en su exploración de la psique humana, observó que la falta de sentido y propósito de vida constituye una causa de sufrimiento significativa. En palabras suyas: «Aproximadamente un tercio de los casos que trato no sufren debido a alguna neurosis clínicamente definible, sino por la falta de sentido y propósito en sus vidas«.

Por su parte, Frankl, a través de su experiencia como psiquiatra y su vivencia personal en campos de concentración durante el Holocausto, fundamentó su enfoque terapéutico en torno a la búsqueda de sentido y significado en la vida. Reconoció que, incluso en las circunstancias más adversas, la capacidad humana de encontrar sentido puede proporcionar una fuente de fortaleza y resiliencia.

En definitiva, la pregunta por el sentido del sufrimiento y el significado de la existencia despierta el interés filosófico en momentos de reflexión profunda. La filosofía no se ocupa de los estados afectivos pasajeros, sino de las situaciones límites que nos enfrentan a los desafíos existenciales más trascendentales. El abordaje de estas cuestiones, desde la perspectiva de pensadores como Camus, Jung y Frankl, nos invita a explorar la naturaleza trágica de la existencia y a buscar un sentido que trascienda las adversidades de la vida.

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